SATIROSCOPIO
SEUDO MELOPOLI EN NOCHE DE MARTES CASI FESTIVO
Verónica Rodríguez
Las calles se tornan sucias y descompuestas, la gente se amontona en un pueblo que es medio ciudad, que es medio pueblo pero al fin el territorio es de todos, si, nuestro, tuyo, mío y de él pero de nadie porque en la calle cada edificación ya es invisible en el eco de los pasos de la costumbre, el mismo ir o venir por unas calles que siempre fueron nuestras sin pertenecer a esto pero siendo tan parte de. Gente pobre, como yo, ellos rebuscando el dinero de cada día, yo pensando y sobre todo sintiendo esta ciudad en los pasos que doy sinsentido pero buscando sin buscar a alguien para matar el tiempo, en el centro, en ‘la música’. Absurda pobreza en el corazón, buscar a otros para huir de uno mismo. Y entonces, que más se puede hacer en dizque Melópoli sino salir a ver con quien se encuentra uno.
Jerónimo deja su casa a las cuatro de la tarde después de haber acompañado a su mamá a la iglesia. Recién afeitado, sale con su chaqueta nueva y los pantalones que más le gustan. Andrés llegó hace una hora, casi en el mismo plan, pero buscando nenas. ‘Y qué, ¿qué anda haciendo?’ – No, lo de siempre, ¿y usted?- ‘ Yo también, en lo mismo’. Silencio largo. En el parque, la gente está sentada alrededor de las estatuas, al otro lado los skaters practican sus piruetas en las escaleras, niños jugando, una chaza que recorre el parque y la cuchita de los tintos a este lado. Como siempre, un edificio nuevo al lado de una construcción antigua (casi en ruinas, por supuesto: desde siempre, Melópoli ha sufrido de una terrible enfermedad en su sistema gubernamental, compuesta por una selecta casta delictiva); el fulano que viene a pedir monedas, todos ‘conspirando’, la familia tomándose fotos en el parque, y Jerónimo con Andrés sentados en la banca que está de espaldas al edificio, mirando el conservatorio, con sus ciento y pico de años, tratando de mantenerse en pie a pesar de sus múltiples infartos financieros. -Y lo caro que es estudiar ahí, siendo la ciudad musical debería ser gratis, entonces que lo financie el gobierno departamental-. ‘ Todos sabemos que hay con qué, pero es que se roban la plata, y nadie dice nada, entonces qué podemos hacer nosotros’. -Sí, a lo bien, pero a mi sí me gustaría estudiar música-. ‘Pues hágale guevón’ - Y qué, es que usted me va a pagar las clases o qué, si no tengo ni para la buseta- ‘No sea pendejo, si aquí todos sabemos que usted no consigue trabajo es porque su mamita le da, sí o no nene’. –Que le pasa, tarúpido, mi mamá es modista-. ‘Me importa un pepino viejo, mejor vámonos pa’ otra parte y compremos una de vino’. Hablar y hablar, y solo seguir hablando, los mismos en las mismas y siempre un poco peor y al final ya no sabemos nada de nada ni de nadie. En esta seudo ciudad seudo Melópoli, todo lo demás es solo una etiqueta, un mote que pusieron las élites de antaño, un lugar que no es de nadie pero que ha sido expropiado, como en todas partes. Una ciudad de paso que es capital y que tal vez solo tenga de musical la Fuga: Fuga de Recursos Naturales (Al que le caiga el guante que se lo Ashanti), fuga de Santos Simios, fuga de Cerebros, entre otros. Melópoli donde nunca pasa nada y entonces hay que hacer que pase de todo.
Pasos y pasos, edificios y casas, pensamientos que deambulan por una mente transgresora, unas notas que se cuelan, y qué escuchamos, es siempre lo mismo, las mismas canciones que vinieron de allá, de los iunaiteds, en un pueblo que es como una ciudad, en una ciudad que aún tiene mucho de pueblo en la hibridación cultural del populacho que se debate día a día entre conseguir para comer o instalarse como le convenga en el puesto que sea. Irse o quedarse, quedarse o irse, sucia y desigual Melópoli, eres larga como angosta porque estrecho ha sido el pensamiento de tus gobernantes, ahora solo tienes un pasado de papel, mientras ellos siguen haciendo de las suyas con lo que es nuestro; Jerónimo y Andrés recorren las mismas cuadras, donde la gente es tan pobre y mucho menos y mucho más. ‘Andrés, nosotros aquí, perdiendo el tiempo, pensando siempre lo mismo, sin un peso en el bolsillo'. Se encuentran con Chato, ‘uy el viejo chato que tiene de novia a la monita esa que está tan buena, lástima la cara, venga con nosotros hermano, y usted también nenita, qué quiere tomar, Andrés, distraiga al Chato y yo me cotizo a la mona’, -qué le pasa loco, no sea tan puerco, además ese man es un azote, más bien ábralos y nos compramos la otra-. ‘Nos vemos viejo Chato, es que vamos a entrar a este edificio’.
2010
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