lunes, 18 de abril de 2011

SATIROSCOPIO

INGRESO PER CÁPITA MENOS UNO
Supongo que los cien mil pesos ganados a pulso durante arduas jornadas lo hacían merecedor cada noche de la simple oportunidad de resguardar su cuerpo vulnerable. Dejó caer la cabeza sobre una almohada hecha de pantalones viejos y la sábana raída albergó su humanidad reducida y sudorosa.  No hubo tiempo de quitarse la ropa y tampoco tenía de dónde escoger.
Las luces de la ciudad se reflejaban sobre la cabecita brillante y acorazada de una cucaracha que caminaba sigilosa por el borde de la ventana. Pensó en levantarse y aniquilarla de un zapatazo pero estaba demasiado agotado, además la casa estaba infestada de ellas, una menos no haría la diferencia. Otra cucaracha recorría el borde de la cama y otra más bebió un poco de saliva de su boca entreabierta. Entre sueños alcanzó a divisar algo muy parecido a la tranquilidad.
 En la calle, los carros pitan y él se levanta a encarar el día. Se deja la misma ropa del día anterior, el agua pasa por su cara y las manos contemplan la aspereza de la barba. Se amarró los de siempre, sin medias porque da calor, y en dos zancadas estuvo ante el bullicio diario; a buscar la comida porque el hambre quema.
Trabajaba por cinco mil pesos diarios, no importaba lo que hubiese qué hacer, la duración del día de trabajo no era temporal sino cuantitativa pues dependía de la cantidad de labores que tuviera que desempeñar. Así, la jornada podía empezar a las cinco cuando el ayudante del Vicepatrón venía a buscarlo, y terminar a la mañana siguiente, incluso había ciertos días en que la jornada duraba horas y horas hasta que el pobre tipo se desmayaba. Para el Patrón, las veinticuatro horas del día eran trabajables. Siempre había camiones llegando y cosas por descargar, -lo que pasa es que los trabajadores a veces se quejan mucho, al menos uno los deja trabajar, además son como mulas, no sirven sino para la carga; como las pilas, cuando se agote pues lo cambiamos por uno nuevo. Uno menos no hace la diferencia-.  
Pero el tipo era inteligente y aprendía rápido. De vez en cuando lo usaban para otras labores. Ayudaba en  la oficina y  escribía las cartas extorsivas que el Vicepatrón dictaba cada vez que había un cambio de secretaria. Con la primera de ellas aprendió a escribir y con la segunda supo cómo usar la máquina, sutil huella del anonimato. Con la tercera aprendió taquigrafía, y desde que el Vicepatrón enviudó voluntariamente, habían pasado tantas muchachas que le tocó aprender a hacerlo rapidito. Hasta se consiguió una máquina de escribir y se la llevó para su casa con el propósito de practicar y le quedó gustando. Trasnochaba a los vecinos con el taqueteo y pronto tuvo una carpetica llena de bestialidades.
Ese día estuvo en el trabajo de siete a seis, y al cabo de veintidós horas el cuerpo no le dio más y sus piernas cedieron, entonces llegó el mismísimo Patrón con el látigo. Siempre pensó en el gran honor de ser azotado por un hombre cuya mano portaba un reloj de oro. La esperanza de acercarse al Patrón así fuera de ese modo lo hizo tomar fuerzas. Acaso el Patrón se acordara de él al verlo y quizás alguna vez pudiera ascenderlo a ayudante, y si estaba de buenas lo podían dejar de secretario, en cuyo caso tendría que aprender a sumar  y  restar más rápido sin usar los dedos, por ganarse la simpatía del Patrón el tipo estaba dispuesto a hacer  lo que fuera.  Se agachó para amarrarse los de siempre y emprender con vigor su tarea cuando el látigo del Vicepatrón retumbó sobre sus costillas, sus piernas y su rostro casi simultáneamente.
Al otro día el tipo se levantó de nuevo en su pocilga, anhelando la calma despojada del hombre simple que trabaja día a día para comer y para la piecita, que se da sus pequeños gustos como disfrutar de la soledad por instantes e imaginar. Imaginando, sólo así era libre. Sacó su navaja para limpiarse las uñas y quitarse el rastro vino tinto y grueso que le tallaba. Se miró en el filo de la navaja y un par de ojos que ya no eran los suyos lo miraron desde el pozo de la culpa. El otro lado del filo brilló con la luz del atardecer y desde esos dos abismos pudo ver que no había sido tan grave, a lo mejor uno menos no hacía la diferencia. Y entonces lo disfrutó. Luego la culpa fué creciéndole adentro y volvió a sentir una tristeza tan profunda que tenía sabor al pasado.
Pensó en sí mismo y recordó a su mamá cuando lo reprendía por escaparse para ir a mirar por la ventana de la escuela, ella no lo dejaba ir porque eran tan pobres que no tenían ni para los cuadernos; se vió a sí mismo en aquella época, a diario usaba la misma ropa, única herencia de un padre que no conoció aunque sospechaba que era el vecino. A pie limpio recorría los potreros del sur cuando no habían construido la variante y desde entonces desarrolló una afición secreta a imaginarse historias.  Los zapatos fueron un lujo que sólo pudo darse a los dieciséis, se los regaló la hermana del primer patrón. 
Ante la dificultad, su mamá luchó por hacerle entender la importancia de conformarse con lo que tenía y no estar quejándose por lo que se desea y no se puede tener, hasta que lo aprendió a la fuerza en su niñez sacrificada: a temprana edad tuvo que empezar a trabajar y saltar al son que le pusieran. Durante años pudo sortearlas todas, menos ésta.
En su juventud tuvo una familia con una mujercita pobre y trabajadora como él. Tuvieron un hijo, pero al cabo de dos años la mujer lo abandonó a causa de su pobreza, cómo olvidarlo, si en esa época había que acostarse temprano y levantarse tarde para no sentir el hambre, hacer una sola vuelta en el día porque las distancias a pie son demasiado largas; justo ese día, el niño estaba ardiendo en fiebre, el tipo salió por la mañana para rebuscarse el billete y al final solo hubo para comer, no lo pudieron llevar al médico, así que el niño sucumbió ante la fiebre y en la tarde la mujer ya no estaba. Años más tarde la vió como toda una señora paseando de la mano con un hombre muy elegante y se alegró por ella.
Días y meses de soltero llegaron a su fin cuando conoció a la cuñada del vecino, una mujer maciza que  trabajaba como lavandera. No era muy linda pero le hacía falta tener una mujer que se ocupara de él, además el calor del hogar le ayudaba a sobrellevar la miseria del día a día. La tranquilidad duró hasta que el peso de la mano de la lavandera en su cara hizo que el incipiente amor mutara hacia la costumbre, y en menos de un año ya estaba sometido, con el sueldo embargado, trabajando a diario para sostener a una familia numerosa pues ella tenía varios hijos de otras relaciones, y el primer retoño de la pareja ya venía en camino.
Por esa época empezó a trabajar con el Chuma, un cotero que era el hombre de confianza del ayudante del Vicepatrón. Pagaban a tres mil pesos el día, pero es que en la ciudad número uno en desempleo nadie se puede dar el lujo de rechazar un camello por duro que sea, claro que la mujer lavando se ganaba nueve mil pesos al día, así que la relación se fracturó en la inconformidad y la escasez. Madrazo que va y madrazo que viene, inútil era su segundo nombre en la casa, la miseria de un hogar con seis hijos que no eran suyos fueron el aliciente para abandonarlo. Sintió remordimiento al dejar a su único hijo, pero así son los padres de ahora, ni que fuera el primero que lo hace, al fin y al cabo él mismo no había tenido un padre y ahí estaba, como cualquiera de sus paisanos, todos fueron criados por una madre solitaria a punta de aguapanela.
La liberadora caricia de la soledad en su nueva pieza fue diezmando poco a poco esa sensación y al cabo de seis meses a duras penas se acordaba del nombre extraño que la mujer le había puesto al retoño. En ese entonces ya había conseguido la máquina de escribir para practicar lo que le iba enseñando la secretaria, desde el silencio empezaron a surgir esbozos de historias en su imaginación, y gran trabajo le costó ir plasmándolas en el papel cada vez que tenía un tiempo entre las jornadas de trabajo y las escasas horas de sueño.


Un puño apretado sonó en la puerta de la habitación. Nadie respondía cuando el tipo preguntó varias veces quién es. Volvieron a tocar insistentemente, abrió la puerta y vió al Patrón empuñando una pistola. Supo que debía pagar por lo que había hecho pero el temor lo paralizó. Lo hizo sin pensar, llevado por el instinto. Alcanzó a suponer que al haberlo hecho delante de todos el Patrón vería de lo que podía ser capaz y a lo mejor lo ascendería a ayudante.
Aquel látigo retumbó sobre sus costillas, sus piernas y su rostro casi simultáneamente. La ira nubló su conciencia, un solo azote había sido suficiente. El cuello del Vicepatrón tronó entre sus dedos mientras la sangre le llegaba a la cabeza y le brotaba los ojos. Ni el Patrón ni los ayudantes habían visto jamás a alguien con  unas manos tan fuertes. De nada valían las patadas que el Vice le lanzaba, el tipo siguió pegado al cuello hasta que hacerlo traquear, y sintió satisfacción al pensar en la mujer que había perecido de esa misma forma, hasta que el cuerpo se desvaneció entre sus manos en un último aliento. Sólo en ese momento comprendió lo que estaba haciendo y horrorizado, soltó por fin el cuerpo inerme. El silencio invadió la bodega de contrabando, nadie podía creer que uno de los coteros se atreviera a hacer semejante cosa delante del Patrón. El fuego de la ira se extinguió y con ojos cenicientos miró al Patrón después de su hazaña y por primera vez le dieron permiso de marcharse temprano. En la tarde, la misma rutina en la bodega pero con otro en su lugar. En este juego el que la hace la paga, al fin y al cabo uno menos no hace la diferencia.
La mano con el reloj de oro apretó el gatillo y una bala atravesó la cabeza del tipo, que cayó tendido en su pocilga. Pequeño error de cálculo,  no tuvo en cuenta que el Vicepatrón era intocable, pues era primo hermano del mismísimo Patrón.  Lo maldijo secretamente mientras la sangre se filtraba por las rendijas del piso de madera hasta que se derramó en la pieza de la dueña de la casa, que llamó a las autoridades.
El CTI invadió el lugar con su personal e instrumentos. Yo acompaño al equipo en el proceso, me encargo de tomar fotografías y recoger evidencia, busco pistas y detalles que permitan aclarar el caso. Recorro la habitación en penumbra, todo está sucio y hay cucarachas muertas por doquier, si no le hubieran dado ese balazo se habría muerto igual de una infección, no sé cómo podía convivir con tantos bichos. Me llamó la atención que había pocos objetos en el cuarto; además de la cama, sólo había una matera con una sábila pequeña y un cenicero con quince colillas. Un cajón de verduras hace las veces de mesita de noche, encima de ella hay un vaso plástico con restos de café y varias hormigas flotando en la superficie, un alambre pegado de puntillas en un extremo de la pared sobre el cual estaba colgada la otra muda de ropa que tenía el tipo, pero hubo algo muy peculiar, algo que no pertenece a ese entorno, a lo mejor se lo robó de alguna parte.  Es una máquina de escribir con un relato a medio hacer, al lado de la máquina hay un folio de papeles dentro de una carpeta titulada ‘colección de inservibles’.
Mientras bajan el cuerpo y eluden a los vecinos y demás chismosos, ojeo los papeles, qué buen material, antes de que se convierta en evidencia lo guardo en mi bolso, acaso pueda usarlo alguna vez, quién iba a pensar que en este chiquero encontraría esta perla, y yo que necesitaba unos relatos para presentarme al concurso, ahora sí la hice redondita. Los demás suben para seguir midiendo el lugar y yo saco una sola fotografía de la máquina sin papeles. Cuando llegue a casa voy a revisarlos en detalle para transcribirlos. Los demás terminan de recoger evidencias para empezar el caso que está bastante fácil, a quién le va a importar el asesinato de un tipo de éstos,  mientras tanto yo bajo al primer piso para hablar con los vecinos, sacar fotografías de la casa y darle una ojeada al cuerpo baleado. 





Alias Verónica.

 LA LOCA VISIONARIA   


Un pequeño hombre huye aterrado de la máquina que un día creó.

 TELEVISOR- TELEVISIÓN


Por: Diego Camilo Riaño Acosta

Aunque para el diccionario televisión y televisor son sinónimos yo diría que la televisión es la acción humana de ver la pantalla y el televisor es el simple artefacto, el aparato. La tele-visión es un acto de ver lo que se transmite desde la distancia, es algo así como ver los hechos desde tan lejos que no alcanzamos a verlos realmente sino que necesitamos que su información audiovisual sea codificada y luego decodificada.



Si se piensa en el acto político de ver las cosas desde lejos, desde donde no nos tocan esos hechos, ¿qué se podría decir? Tal vez que no nos queremos involucrar tanto con la realidad, la queremos así, empaquetada en un formato audiovisual llamativo, como parte de un relato, ¿para qué los datos sueltos, desnudos? La tele-visión es un acto de recibir a través de los ojos un producto que trae su mensaje oculto, la codificación y la decodificación primaria vienen incluidas en el artefacto, a nosotros nos queda la interior.

Casi nunca he visto a alguien que se pasara gran parte de sus días leyendo, el problema con la televisión es que se le da demasiada importancia, todas las noticias están hechas especialmente para la televisión, la ventana más prominente hacia los hechos del mundo, por el televisor salen sintetizadas tantas informaciones inagotables que no hay manera de retener nada específico, en este sentido se la da más importancia al televisor que a sus contenidos, pues es un hecho que  éstos se olvidan o se archivan en lo más oculto, la televisión es como ver correr un río desde la orilla, es agua distinta que fluye pero para nosotros es la misma monótona agua, creemos ver el agua pero lo que nos importa es el río, es un mecanismo de información rápida y olvido instantáneo, depende de cuánto repitan una imagen, conscientes del poder y la naturaleza del montaje, del efecto de acumulación constante que nos hace sentir anímicamente de un modo u otro. 

No deja de ser curioso el fenómeno humano de darle tanta importancia a una caja de plástico, aunque ahora la caja esté aplanada, es solo un perfeccionamiento de la simulación bidimensional, quitar el relieve que sobra, inútil gasto de espacio, la gran transformación de lo nano, en el televisor se percibe el avance tecnológico digital que permite interacción y establecimiento de redes con otros dispositivos, se aplican en él los usos domésticos de la tecnología desarrollada en laboratorios al servicio de los aparatos militares y de seguridad de las grandes potencias, es como que te digan: aquí te damos un residuo listo para consumir de nuestra fría inteligencia al servicio de fines realmente importantes, para ti, ciudadano del mundo te damos un artefacto de placer y ocio, no te preocupes que siempre hay alguien como nosotros para resolver todos los problemas importantes del mundo, tu solo debes ver, ser partícipe observador, puedes lanzar tus insultos y recriminaciones a la pantalla, allí verás las figuras de los que mueven el mundo, así somos ciudadanos de hoy.

Es parte clave del perfeccionamiento de la democracia la mayor definición y realismo de la imagen y el sonido, su hiperrealismo, le venden al ciudadano la posibilidad ilimitada de ver mejor la realidad, más atractiva, en la comodidad de su casa, además ¿para qué cruzar el límite? Como Montag en Fahrenheit 451, quien se pasó hacia el lado oscuro de los seres raros que viven los libros, se volvería quizás un ser alejado del avance del mundo ultra desarrollado, un ser delgado y erguido, capaz de mirar a los ojos.